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Un paisaje variopinto de placeres y culpas

Carnes

Ni una sola palabra fue necesaria la noche en que volvimos a desear carne; todo se resumió a muecas, miradas, sudor y sangre. Con tensión y brusquedad, mutilamos con la boca algunos olvidados tejidos débiles, reforzando la idea de que lo afilado tiende a lo nuevo. Mientras el empacho de proteínas nos inducía al frenesí, cada erección nos obligaba al onanismo, a sentir amor platónico en las venas, en las mandíbulas, en lo hemorrágico del tibio presente. Los pretextos que limitaron al pasado, se desvanecieron bajo la soberbia del deseo, cada mordisco contenía más sabor a hierro, más fuerza, más delirio. Por todo el cuerpo, la tensión invitaba a redimirse, a dejar de lado la búsqueda de juventud, pero el placer siempre es más poderosos que la residual paciencia. Una penúltima mordida antes del final, una última mirada de unánime aprobación, y luego, la Epifanía… El arrepentimiento es el más vegano de todos los sentimientos.

- Escrito en febrero de 2024