Los colores rotos
En tu cuerpo cultivé los colores rotos, en los espacios y en los pliegues, fueron poetas las caricias y las mordidas en la última madrugada sin sed. En mi cuerpo quedaron las huellas de sombras pálidas, quietas y discretas, oscuridades nuevas y con límites flojos, las últimas ausencias con fundamentos. Las ansias de verte se tradujeron en pasado, ante el vestigio de tenerte, mis brazos dejaron de sufrir en las madrugadas de descenso involuntario y mis ojos no justificaron su elocuencia cuando tu virtud no los justificó abiertos. Mientras tanto, nombres de cosas sin motivos me persiguen todas las noches, nombres de besos sin dar, alivios de abrazos viejos; antes de dormir siempre recuerdo tus caprichos. Al fin he aprendido que en el pasado duerme la paciencia y hay que dejarla crecer en silencio, hasta que, sola, se pierda en la conciencia. Nuestra historia se termina sin aplausos, no hay telón ni vitoreo, fuimos una ráfaga en el tiempo del cielo y una leve molestia en la vida del silencio.
- Escrito en septiembre de 2014